El fútbol es pasión de multitudes, pero también lo es la xenofobia. Cuando las tribunas se llenan los cánticos empiezan a sonar, gentilicios como “peruano” y “boliviano” son utilizados como ofensas. Pero el hecho paradójico es que tanto la propuesta como la respuesta son racistas. Si uno de estos términos es tomado como un insulto también se está discriminando.
El llamado folclore del fútbol ampara las actitudes racistas de las hinchadas y las convierte en diversión, en una forma de interactuar con el rival y de provocar a los futbolistas para tener una reacción del futbolista y por ende un beneficio deportivo. Es una ecuación lógica que hace el hincha y que, por desgracias, tiene resultados acertados.
Esto se debe al poco control que hay en las tribunas y en el mismo terreno de juego. Es inaudito que el espectador se sienta una parte interactiva del juego. Lo puede ser desde el aliento pero jamás desde la provocación.
Un punto a resaltar es que así como los deportes (pero el fútbol en particular) son tan masivos que abrazan razas, clases sociales y tribus urbanas en una sola tribuna. Allí a las diferencias se vuelven homogéneas y se centran en contra de un objetivo en común, la tribuna contraria.
Aquí la situación se pone graciosa. Cualquiera que haya ido a una cancha sabe que los cánticos discriminatorios son repetidos al unísono sin importar las características personales. Así un hincha de tez oscura es capaz de gritarle “negro de mierda” a otra persona y un boliviano puede cargar a un compatriota por su origen. El sentido y la racionalidad argentina se diluyen por completo en el evento.
Con los jugadores pasa algo similar. Son comunes los actos xenófobos y racistas en los partidos de fútbol. Sólo unos pocos terminan conociéndose en escándalos mediáticos, pero al tiempo todo es olvidado hasta que ocurre un nuevo hecho.
No sería justo adjudicarle al fútbol argentino estas reacciones, ya que como dijimos son a lo sumo expresiones carentes de sentido e inocentes. Igualmente deberíamos buscar los errores en el día a día y actuar desde allí para ir acicalando nuestros errores.
El caso del fútbol europeo es diferente, ya que tiene una gran participación de espectadores de extrema derecha que no pierden oportunidad para agredir al extranjero. Es un mal que sufre la actualidad del viejo continente y a veces, estas actitudes son demostradas por jugadores, evidenciando que en Argentina podríamos estar mucho peor.
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