"El hombre que no debe seguir tal como es, es necesario verlo también como podría ser y acostumbrarse a esa visión"
Bertold Brech
Bertold Brech
Es evidente que la condición de ser argentinos nos ha convertido en un fenómeno contradictorio. Nos emociona el hecho de serlo, pero también sufrimos por ello. Incluso no hace falta ser un genio, ni mucho menos un criptólogo, para llegar a la conclusión de que la única palabra que se puede formar con las letras de "argentino" termina siendo "ignorante". Pasamos de ser los habitantes de uno de los diez países más ricos del mundo, allá por el prehistórico 1860, a tener fama de ciudadanos ventajeros, que se consideran "vivos" a la hora de la estafa, la mentira y, en el menor de los casos, del desprecio, mayormente hacia "el distinto".
Una vez el periodista y escritor de origen gitano Jorge Nedich nos explicó un concepto básico como el de las diferencias. "No está mal discriminar", dijo, y nosotros lo miramos sorprendidos. Parecía raro escuchar que una persona que había pasado la mitad de su vida defendiendo y reivindicando al pueblo más perseguido de la historia, disparara esa frase tan demoledora.
Las diferencias existen y están suficientemente marcadas como para evadirlas. Es natural que un individuo que abandona su país se lleve consigo sus hábitos, su tonada, su historia, y por qué no un pedazo de su tierra. En Argentina, en una suerte de atrevimiento pueblerino y hostilidad pueril, reprochamos eso y reproducimos el hermetismo cultural en el que crecimos y que nos transmitió la mentira de los límites territoriales y del nacionalismo sólo para separar a la gente.
A partir de ahora, (Des) encantos argentinos no se detendrá en la denuncia de este tipo de hechos sino que apuntaremos a mirar hacia delante y señalar ese camino que creemos correcto, para cambiar el concepto de que la diferencia está mal y con el fin de que el lugar de origen de una persona no se convierta en un adjetivo calificativo y muchos menos en una condena. Pelearemos para crear conciencia desde los acontecimientos y desde la voz de las víctimas.
De esta manera, apostamos a modificar el equívoco pensamiento costumbrista con respecto "al otro", tan arraigado en todas las clases sociales de nuestro país. Y, si es posible, sumar un argumento más para forzar el cambio y brindarle un salvavidas al argentino que se hunde cada día más en el mar de la incultura y la rivalidad sin sentido.
Una vez el periodista y escritor de origen gitano Jorge Nedich nos explicó un concepto básico como el de las diferencias. "No está mal discriminar", dijo, y nosotros lo miramos sorprendidos. Parecía raro escuchar que una persona que había pasado la mitad de su vida defendiendo y reivindicando al pueblo más perseguido de la historia, disparara esa frase tan demoledora.
Las diferencias existen y están suficientemente marcadas como para evadirlas. Es natural que un individuo que abandona su país se lleve consigo sus hábitos, su tonada, su historia, y por qué no un pedazo de su tierra. En Argentina, en una suerte de atrevimiento pueblerino y hostilidad pueril, reprochamos eso y reproducimos el hermetismo cultural en el que crecimos y que nos transmitió la mentira de los límites territoriales y del nacionalismo sólo para separar a la gente.
A partir de ahora, (Des) encantos argentinos no se detendrá en la denuncia de este tipo de hechos sino que apuntaremos a mirar hacia delante y señalar ese camino que creemos correcto, para cambiar el concepto de que la diferencia está mal y con el fin de que el lugar de origen de una persona no se convierta en un adjetivo calificativo y muchos menos en una condena. Pelearemos para crear conciencia desde los acontecimientos y desde la voz de las víctimas.
De esta manera, apostamos a modificar el equívoco pensamiento costumbrista con respecto "al otro", tan arraigado en todas las clases sociales de nuestro país. Y, si es posible, sumar un argumento más para forzar el cambio y brindarle un salvavidas al argentino que se hunde cada día más en el mar de la incultura y la rivalidad sin sentido.
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